Las molduras decoran nuestros hogares y edificios desde prácticamente los inicios de la historia. Realzan muros y paredes, ornamentan puertas y muebles, y sobre todo, le dan un toque exclusivo a aquello que las incorpora.
Sin duda alguna, con las molduras se pueden hacer maravillas si se tiene algo de imaginación, y por eso son unos de nuestros elementos favoritos para decorar nuestros espacios.
Y si no se te ocurre cómo utilizarlas en este post vamos a hacer un recorrido a lo largo de su historia, porque así te garantizamos que no querrás vivir sin ellas.
Antigüedad
Los primeros en usar molduras para sus edificios fueron los egipcios. Aunque no solían colocarlas, sí que incorporaban en ocasiones dos piezas de piedra bastante sencillas: una para la cornisa llamada caveto y otra para la base llamada toro.
No obstante, el gran desarrollo de las molduras comenzó con la arquitectura griega, sobre todo durante el período helenístico. Los griegos confeccionaron un enorme catálogo de molduras en el cual establecieron sus normas de uso, creando con ello todo un sistema arquitectónico.
De hecho, esto ha servido mucho a los arqueólogos para reconstruir edificios con tan solo un trozo de moldura.
Estas formas fueron inspirándose sobre todo en la cerámica y las aprovecharon para rematar volúmenes y separar los distintos cuerpos de los templos.
Los romanos continuaron popularizando su uso en estuco, pero se centraron más en la utilidad y la escala de sus construcciones, por lo que no prestaban tantísima atención al detalle.
Aun así, hay algunos ejemplos bastante dramáticos, como el Ara Pacis en Roma:
Edad Media
Durante la Edad Media la arquitectura cambió por completo, pero tal y como te imaginas, las molduras siguieron de alguna forma presentes. En el Románico fueron mucho más austeras, pero se encontraban en las columnas, en las cornisas, en las arquivoltas de las portadas…
Pero igual que ocurre con los romanos, algunos canteros eran de lo más atrevidos. Mira la portada de esta iglesia navarra de inicios del siglo XIII:
Mientras que en el Gótico ganaron terreno especialmente gracias a las bóvedas de crucería, pero también por los gabletes y celosías, en los que incorporaban elementos inspirados en la naturaleza.
Renacimiento y Barroco
El Renacimiento se caracterizó por la recuperación de la cultura grecolatina, y por supuesto de la arquitectura. Sin embargo, fue en el período Barroco cuando las molduras sufrieron una gran revolución de la mano de arquitectos como Borromini.
Estos arquitectos derribaron las normas clásicas para apostar por un mayor dramatismo y movimiento, y por supuesto más volumen, alcanzando su máximo esplendor.
Clasicismo y Rococó
Con estos cambios, aunque las molduras procedían de los templos, acabaron por inspirar incluso los espacios interiores.
Durante el siglo XVII y XVIII en Francia las molduras alcanzaron otro nivel con los diseños de boiseries en palacios y mansiones. Este término viene de la palabra bois (madera en francés), y se refiere al recubrimiento de las paredes con molduras.
Se popularizaron de tal forma que estos paneles y perfiles no solo cubrían las paredes sino también las puertas y muebles, tanto en madera como en mármol. Y además los decoraban con pinturas, dorados y bajorrelieves.
Las más recargadas sin duda se las debemos al periodo Rococó:
Siglo XIX
Con la industrialización del siglo XIX las molduras comenzaron a formar parte de los hogares de la burguesía, pero no solo de los edificios más distinguidos, ya que su fabricación se volvió mucho más económica.
Las molduras hacía tiempo que no se hacían solo en madera, ya que también se hacían con yeso, lo que permitía que fueran más baratas además de mucho más complejas.
Aunque poco a poco el protagonismo se fue relegando al papel pintado, durante el Modernismo las molduras resistieron sobre todo rodeando puertas, ventanas y techos, o bien dividiendo paredes y separando el papel.
Mientras, en los exteriores se superaron incluso con un mayor barroquismo. Las líneas se volvieron más curvas que nunca, adoptando formas muy orgánicas y cubriendo las superficies con multitud de detalles.
Siglo XX
En el siglo XX los gustos cambiaron, el diseño de interiores se simplificó, buscando ante todo la utilidad y la geometría, en buena parte gracias a la influencia de la Bauhaus, así que las molduras volvieron a reducirse y a convertirse en formas rectas.
En la actualidad…
Hoy en día prima la personalidad de nuestros hogares, por lo que todos estos estilos conviven y se alternan. Rectas, orgánicas; muchas, pocas… La realidad es como tú la imagines.
Las molduras son tan versátiles que se convierten en un elemento decorativo completamente atemporal, pero lo que sí tenemos claro es que, sea el estilo que sea, siguen ofreciendo ese aire de exclusividad a tu hogar.
Por eso en Garlanda te ofrecemos un catálogo de molduras seleccionado y pensado para que puedas conseguir la atmósfera que más te guste sin perder el toque moderno que todos queremos en casa.
Y hasta aquí la historia de las molduras. Como ves, son un ornamento que nos ha acompañado desde el inicio de la civilización y que no parece que vaya a desaparecer, ya que hacen nuestros hogares más nuestros al ayudarnos a plasmar nuestro estilo en ellos.
Esperamos que este pequeño paseo histórico te haya inspirado, y ya sabes: para gustos colores… pero también molduras. 😉