Skip to content

Extraordinarias: Hilma af Klint

Si nos preguntan por arte abstracto son muchos nombres los que nos vienen a la cabeza: Kandinsky, Kline, Mondrian, Malévich… Pero la verdadera pionera de esta corriente artística se mantuvo prácticamente en el anonimato hasta la década de 1980.



¿Quién inventó realmente el arte abstracto?


Su nombre es Hilma af Klint, y desde el descubrimiento de su obra en 1986 ha estado revolucionando más que nunca las teorías de la historia del arte, demostrando a todo el mundo que la historia es algo que sigue en continua revisión. 


Por eso en Garlanda necesitamos darle al menos un pequeño espacio donde convertirla en protagonista. Así, y sobre todo ahora que se acerca el 8 de marzo, reivindicamos el lugar que merecen las mujeres en el arte.


Y para hacer eso lo primero es conocer sus nombres, su historia y su obra. ¿Te sumas a este recorrido?

Fuente imagen: 20 minutos

Hilma af Klint nació un 26 de octubre del año 1862 en Solna, Suecia. Sin duda su situación dentro de una familia acomodada le brindó muchas facilidades para mostrar un amor y talento artístico desde muy temprano, ya que en 1882 ya estaba estudiando en la Academia Real de Artes de Estocolmo.


Ya a principios del siglo XX comenzó a pintar y a dibujar una serie infinita de ilustraciones en sus cuadernos de notas, donde comenzó a explorar por primera vez temas espirituales como la creación, incluyendo entre sus formas y colores símbolos referentes a diferentes corrientes como la teosofía. 


No hablamos de pocos, ya que Hilma llegó a llenar con estos dibujos más de 25000 páginas.

Fuente imagen: Artishock Revista



La espiritualidad como pilar para la creación artística


Aquellos cuadernos serían tan solo el inicio de una carrera marcada por la espiritualidad, a la que le seguiría un encargo de diez pinturas en 1906: Los Cuadros para el Templo, serie que se convertiría en la parte de su obra más conocida y que es considerada su primera muestra abstracta.


En estos cuadros representaba la evolución de la vida humana, desde la infancia hasta la vejez, pero desde una perspectiva siempre espiritual, ya que ella creía en una dimensión que va más allá de la existencia, dimensión que trataría de retratar tanto en esta serie como en el resto de su obra. 


Para ello, en estos cuadros irrumpe nuevamente con una paleta de colores muy vibrantes y con una superposición de formas geométricas que conseguían crear un efecto tridimensional y de movimiento.

Fuente imagen: Gold Trail

Gracias a la exploración de estos temas, la obra de Hilma se fue haciendo cada vez incluso más abstracta, puesto que la figuración no respondía del todo a las sensaciones que ella pretendía transmitir. 


A partir de 1912 se caracterizó por la ausencia de referencias figurativas sustituida por una gran pureza geométrica formada por círculos, triángulos y espirales, diferenciándose de todo lo anterior.


Hilma describía estas formas como “líneas primordiales”, a las que organizaba en complejas composiciones simétricas.

Fuente imagen: No disparen al artista


Una carrera condenada al anonimato


No obstante, fue muy complicado encontrar un público que supiera apreciar una obra tan diferente. En parte por la gran profundidad espiritual tras su trabajo, pero sobre todo por la carencia de un contexto que la abarcara. 


Y es que aunque Hilma ya había empezado a pintar cuadros abstractos en 1906, la primera exposición de esta corriente no tuvo lugar hasta años después, en 1915, cuando movimientos como el futurismo o el cubismo (asociados con la abstracción) todavía se encontraban en sus etapas iniciales.


Por otro lado, ella también trabajó la mayor parte del tiempo casi en secreto, sin mostrar sus obras al mundo, por lo que era prácticamente imposible que una carrera tan destacable luchara por encontrar su lugar ante la crítica y otros artistas.


Esto se sumó a la opinión de Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía, quien le dijo que harían falta décadas para que la gente comenzara a comprender su obra. Esta crítica fue tan dura para Hilma que dejó el estudio durante cuatro años.

Fuente imagen: Historia Arte


Además, su legado lo heredó su su sobrino Erik af Klint, a quien pidió expresamente que no mostrara su obra hasta al menos pasados veinte años.


Como resultado, los cuadros de Hilma af Klint se mantuvieron desconocidos, almacenados en un trastero de Estocolmo desde su muerte en 1944 hasta la década de los ochenta, cuando el crítico y curador Maurice Tuchman comenzó a investigar su vida y obra.

 



Un legado que va más allá


El nombre de Hilma af Klint cada vez aparece en más libros y exposiciones, lo cual no quiere decir que no quede todavía un largo camino por recorrer. Puede que la artista fuera una mujer adelantada a su época, un hecho que ya pagó en vida, pero no dejó de formar parte de su época


Por eso, sin dejar de admirar lo extraordinario de su carrera, debemos situarla en lo ordinario, ubicarla en su contexto y decir su nombre hasta que Hilma af Klint signifique lo mismo para todos. Algo mucho más que una gran mujer artista, más que una obra novedosa y fresca, más que una pintora ignorada y sufrida: Hilma af Klint significa el nacimiento de la abstracción.

 

Fuente imagen: Tal día como hoy